Evolución en la toma de decisiones ¿Por qué tomamos mejores decisiones al envejecer? La ciencia lo explica.
Decidir es una acción que define cada aspecto de nuestra vida, desde cuestiones triviales como qué desayunar hasta elecciones trascendentales como el rumbo de nuestra carrera o las relaciones personales. Sin embargo, no todas las decisiones son iguales, y la forma en que elegimos cambia radicalmente según la etapa de la vida en que nos encontremos. La ciencia ha demostrado que, mientras que en la adolescencia predomina la impulsividad y la inconsistencia, en la adultez nuestras elecciones se vuelven más estratégicas y reflexivas.
¿Por qué ocurre esta transformación? La respuesta reside en la compleja interacción entre el desarrollo cerebral y la experiencia adquirida.
Adolescencia: cuando las emociones dominan la toma de decisiones
La adolescencia es un período de grandes cambios, marcado por una búsqueda de autonomía y la constante influencia de emociones intensas. Pero, desde un punto de vista científico, este comportamiento «caótico» tiene su origen en el cerebro adolescente.
Durante esta etapa, áreas cruciales como la corteza prefrontal —responsable del control cognitivo, la planificación y la regulación de impulsos— aún están en desarrollo. Esto significa que los adolescentes carecen de las herramientas neurológicas necesarias para evaluar las consecuencias a largo plazo de sus decisiones. En su lugar, dependen de estrategias rápidas y menos precisas, lo que resulta en elecciones impulsivas o inconsistentes.
Un concepto clave aquí es el «ruido de decisión», que se refiere a la variabilidad en nuestras elecciones debido a inconsistencias internas o factores externos. En los adolescentes, este ruido es especialmente alto, lo que los hace más susceptibles a cometer errores.
Además, las emociones y las influencias sociales juegan un papel predominante. Los adolescentes tienden a priorizar las recompensas inmediatas y buscan pertenecer a un grupo, lo que puede llevarlos a tomar riesgos que un adulto evitaría. Por ejemplo, pueden aceptar retos peligrosos simplemente para impresionar a sus amigos, ignorando los posibles resultados negativos.
Sin embargo, no todo es desventaja. Este comportamiento también tiene un propósito adaptativo: permite a los jóvenes explorar nuevas experiencias, aprender del entorno y desarrollar habilidades sociales. Los errores que cometen durante esta etapa suelen ser lecciones valiosas para el futuro.
Adultez: cuando la experiencia y la planificación toman el control
En la adultez, la historia cambia drásticamente. A medida que el cerebro madura, especialmente en la corteza prefrontal, las decisiones se vuelven más deliberadas y consistentes. El ruido de decisión disminuye, lo que nos permite elegir con mayor claridad y propósito.
Una de las principales ventajas de la adultez es la experiencia acumulada. Con los años, vamos construyendo un archivo mental de lecciones aprendidas que nos ayuda a afrontar nuevos desafíos de manera más efectiva. Por ejemplo, una persona adulta puede gestionar mejor su tiempo o tomar decisiones financieras más sensatas porque ya ha enfrentado situaciones similares antes.
Otro factor clave es la mejora de la flexibilidad cognitiva, que es la capacidad de adaptarnos a cambios o imprevistos. Los adultos son más hábiles para integrar nueva información y ajustar sus decisiones en función de circunstancias cambiantes. Esta habilidad es especialmente útil en situaciones complejas, como reorganizar prioridades laborales o resolver conflictos interpersonales.
La adultez también trae consigo un mejor equilibrio entre emoción y razón. Aunque las emociones siguen influyendo en nuestras decisiones, los adultos tienen un mayor control cognitivo para evaluar si estas emociones son relevantes o no para el contexto. Así, se vuelven capaces de analizar riesgos y beneficios de manera más objetiva, algo esencial para tomar decisiones importantes como elegir una pareja, un hogar o una inversión.
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La forma en que tomamos decisiones refleja una evolución constante a lo largo de la vida. En la adolescencia, la impulsividad y la influencia emocional son predominantes, pero cumplen un propósito adaptativo: explorar el entorno y aprender de los errores. En la adultez, el cerebro maduro y la experiencia adquirida nos permiten abordar situaciones complejas con mayor eficacia, equilibrando emoción y razón.
Este conocimiento no solo nos ayuda a entendernos mejor, sino que también tiene aplicaciones prácticas. Desde fomentar habilidades de decisión en los jóvenes hasta aprovechar la experiencia acumulada en los adultos, podemos utilizar esta información para mejorar nuestra calidad de vida y promover el bienestar en todas las etapas.
Bibliografía:
- Reyna, V. F., & Farley, F. (2006). Risk and rationality in adolescent decision-making: Implications for theory, practice, and public policy. Psychological Science in the Public Interest.
- Blakemore, S. J., & Robbins, T. W. (2012). Decision-making in the adolescent brain. Nature Neuroscience.
- Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux.